domingo, octubre 12, 2008

Lo que aveces hay que hacer...

Un sábado normal..


Como siempre lleno de ajetreos: trabajos prácticos que entregar, correcciones que te dejan feliz o te encienden el bombillito de alarma, pequeños grandes logros como que te fuera bien en un examen o que la servilleta que le pegaste a tu velón le quedará fenomenal. Así son mis sábados.


Al salir temprano de la clase de diseño I decidimos ir a almorzar a algún sitio después de un constante: elige tu ... decidí que comeríamos en el super mercado nacional. Una comida exquisita y variada por un módico precio en un ambiente genial.







Debo confesar que días como hoy en el que el paquete de cosas aumento considerablemente, lo último que deseaba era: "caminar" pero así lo hicimos por que de eso se trata, vida de estudiante, época de sacrificios. Caminamos para ir al super mercado , al regreso de la escuela, en el mismo recinto subimos muchas escaleras y por si fuera poco decidimos después de las clases transitar la calle el sol en búsqueda de una regla de letras.







Chicas lindas con tacos. Matibeth no se quejaba, yo menos... o mejor dicho: Yo siiii... Mi expresión era: Hay Mati no quisiera caerme hoy, es que estoy muy cansada...









Gracias a Dios no paso pero... después de entrar en la última librería se me ocurrió expresar un hermoso sueño que paso por mi cabecita y le dije a mi amiga: Mati, te imaginas... que vendieran unos calizitos por el módico precio de 20 pesos, oye, eso si que me haría feliz por que esto no es fácil. Entonces con su gran sonrisa ella me responde: pero Esther, claro que existe. En la tienda todo a 10 venden calizitos a 2o pesos...



Para serles sincera no le creí y como un oasis en un gran desierto encontramos la tienda. Preguntamos donde estaba el área de calzados y allí dirigimos nuestros cansados pasos.




90, 70, 69, 80, 125... ( ¿Por qué diantres se llama todo a diez?) Después de pasearnos por todos los colores y formas un numerito brilló por su cantidad: 37! Mati mira, 37 pesos... A mi compañera no le agrado mucho la idea, tenia fe de que podían aparecer unas de 20 sobretodo por que en San Francisco en una tienda del mismo nombre, vendían mejores y a menor precio.






Pues ya en la salida nos desmontamos de nuestros hermosos zapatos y colocamos nuestros doloridos pies en los calisitos calcomidos por el tiempo que tenían sin venderse. Ahhhps! Exlamamos a una sola voz. Ojala no se desprendan antes de llegar al expreso.



Mientras caminabamos y al notar la gran deformidad de nuestras zapatillas le dije a Matibeth: oyemeee pero la verdad que estas chancletas deberían venderla a 10!



Para nuestra gran suerte llegamos a nuestro destino, inaugurando así la despedida del día y el inicio de la noche bajo el rico aire acondicionado de la guagua que nos llevaría por un lado a San Francisco de Macoris y por el mio a La Vega.










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